El viaje corto, corto… apenas cien kilómetros, aunque todos bajo la lluvia. Lo positivo… que la Guzzi cubre como una campeona y no me hizo falta ni chubasquero. Solamente me mojé al llegar al Hotel y tener que parar. De nuevo, bonita no es pero efectiva al cien por cien. Chaqueta sin mojarse, guantes secos y smartphone perfecto.

La llegada al Hotel Waldhorn también una suerte porque aunque las habitaciones las entregan a las dos de la tarde, a las doce y media ya estaba entrando. Así que ducha, preparación y a por Berna. Y cuidado porque en la recepción hay una máquina de café tremenda. Puedes tomar los que quieras y es de las que mulen el café cada vez que quieres uno. ¿Se nota que me gusta el café?

La pena de Berna es que en domingo está muy apagada. Muchos restaurantes y cafés están cerrados, además de los museos. Aún así, lo importante estaba abierto y además, el día se puso soleado a pesar de las predicciones. Tan solo se puso a llover mientras estaba cenando en una terraza. Justo en el café…

El recorrido fue hecho siguiendo las instrucciones de la recepcionista y fue un acierto. Por un momento pensé que me tomaba el pelo porque me hizo pasar primero por un parque estaba lejos del centro, pero tenía razón en que se debe comenzar por ahí porque las vistas son las mejores de Berna y porque se comienza el recorrido turístico por la parte más bonita.

Ahí van algunas fotos