Con algunos achaques en la Guzzi, voy tirando sin descanso. Son cosas, de momento sin importancia, que no impiden continuar.

Algo pasa porque voy más cargado que cuando salí de Madrid. ¿Será por los bombones y el chocolate? Será, será… A ver cómo llegan a casa porque por aquí el tiempo está caluroso, pero nada que ver con los treinta grados que dejé hace unos días.

Gmunden es un pueblecito que en un día soleado como el de hoy, se convierte en un hervidero de gente tomando el sol al lado del inmenso lago. Como voy cogiendo los hoteles sobre la marcha, puedo aprovechar para buscar lugares especiales y a buen precio. Diría que casi más barato que si lo planificara. Esta vez he terminado en uno que es de lo más encantador. En el de Viena estuve bien porque el trato fue excelente, pero este es diferente. Se llama Freisitz Roith. Las mujeres que trabajan en el Hotel van con los trajes típicos, que son preciosos. Lo siento por los chicos porque tienen que ir de traje, pero claro, si la alternativa son los pantalones cortos de cuero y los calcetines verdes… casi mejor.

El pueblo lo recomiendo por si tranquilidad y porque se puede dar un buen paseo alrededor del lago, ir en bici, alquilar una barquita, tomar un café al lado del agua, etc… No esperéis un lugar de juerga o ruidos. Aquí todo es paz y silencio. Sin embargo, es un silencio en el que las conversaciones se dan. Normalmente la comida la hago con bocadillos o picoteando a medida que visito el lugar, y en la cena me regalo el momento de disfrutar.

De todos modos, pueblecitos así abundan y a buen seguro cualquiera de ellos pueden dar un rato agradable.

La Guzzi, como os decía, sigue ahí. Se nota que no es una moto que tiene sus años y que un viaje así de largo, le hace toser un poco de vez en cuando. Sin embargo, aguanta como una campeona y todavía no me ha dejado tirado ninguna mañana. Siempre me pregunto: ¿Arrancará hoy? Bueno… mañana os diré qué pasó.

Pongo como siempre algunas fotos. Intento poner lo más representativo para no hacer demasiado pesada la página y así poder dejar ganas de ver más fotos. Demasiadas aburren… creo yo.

Por cierto, una curiosidad del viaje. En la página web de la pianista dejé un comentario agradeciendo los dos temas que pude escuchar y hoy recibí un email devolviendo el agradecimiento. Me preguntó si era el que hizo unas fotos mientras tocaba ayer. ¡Alucinante! Se acordaba. En fin… son anécdotas curiosas.

El Hotel Freisitz Roith

En el Hotel, la chica de la recepción me ofreció su ayuda con el equipaje. Coge la primera maleta… le digo que ya está bien, que el resto lo llevo yo, a lo cual me dice que no. Pero en el momento de levantar la segunda, escucho un «uyyyyyy». Y no pude más que quitársela de la mano porque le daba algo. Empiezo a pensar que llevo mucho peso…

La bienvenida con una manzana que guardo para el viaje

Y como no, alguna foto del lago. Tiene una especie de palacio al que se accede por un puente de madera. ¡Qué baratos los helados!

Y algunas fotos del pueblo